Hoy se cumplen tres años de la muerte de don Manuel Sadosky.
Manuel Sadosky encarnó lo mejor de la Argentina: cuando el mundo se ocupaba de organizar pogroms y masacres justificados por motivos religiosos o por el resbaloso concepto de raza, cuando se separaban entre lores y comunes, entre nobles y plebeyos, el hijo de un ruso judío semi analfabeto se doctoraba en ciencias físico matemáticas.
Don Manuel, intelectual y progresista, participó de la época de oro de la universidad argentina. Se trataba de una universidad que producía conocimiento con la expectativa de que éste mejorara la sociedad, y no solo impartía clases. Don Manuel, había creado la primer carrera relacionada con la informática en el país, y había fundando el primer instituto de cálculo de la argentina y uno de los primeros de la región.
La época de oro se acabó violentamente cuando un general de pocas luces decidió que iba a terminar con ese nido de comunistas que era la universidad argentina. Don Manuel (que, entre otras cosas, era comunista) se exilió. Su instituto de cálculo y la mítica Clementina, la computadora que le daba vida, sufrieron la heurística que los imbéciles aplican para conducirse frente a lo que no entienden: Clementina fue destruida y el instituto cerrado.
Don Manuel volvió al país unos años después. Al poco tiempo, volvió a exiliarse frente a la amenaza de Triple A. Retornó al país en forma definitiva en 1983, para fundar la ESLAI (Escuela Superior Latinoamericana de Informática) con el objeto de atacar lo que con justicia él identificaba como una de las causas del subdesarrollo: la brecha científica y tecnológica, la falta de producción de conocimiento y de ciencia aplicada. Esta vez no hubo bombas, ni allanamientos violentos, ni amenazas de muertes: solo burócratas en el nombre de la eficiencia clausurando otra vez su valioso trabajo.
Crecí en un contexto que un patriota era el que ganaba guerras, o incluso, el que masacraba compatriotas. En este pequeño recuerdo me gustaría honrar la palabra patriota adjetivando con ella a don Manuel: alguien para quien pesaba más la maravillosa educación que había recibido en el colegio Mariano Acosta y durante sus años en la facultad que el maltrato al que su país lo había sometido después.
Don Manuel vivió lo suficiente para conocer un tardío reconocimiento a su inmenso aporte a este país.
En cuanto a Onganía, el generalito de marras, los dioses no consintieron que deshonrara al cadalso, muriendo en él y dejó de joder en 1995, demasiado tarde, de viejo y enfermo (*)
Domingo Liotta, el destructor de la ESLAI, siguió detentando el cargo de director del CONICET durante parte de la presidencia de Menem: cobijó a chantas e hizo algunos papelones públicos, como cuando presentó a Prigogine sin, por supuesto, haber leído ni siquiera su libro de divulgación. Hoy ejerce como decano de medicina de la prestigiosa universidad de Morón.
(*) Idea tomada de 'El Arte de Injuriar', de Jorge Luis Borges.
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