La singularidad tecnológica es el hipotético momento donde las computadoras se harán inteligentes y conscientes de sí mismas. Es un punto singular, un cambio cualitativo, donde, además, las máquinas inteligentes serán capaces de mejorar su propia inteligencia. Este, que es un concepto que ha estado dando vueltas en la cultura popular desde hace mucho tiempo, fue formalizado por Vernon Vinge, profesor de matemáticas, ciencias de la computación y escritor de ciencia ficción.
Se me ocurre divagar sobre la historia de la singularidad: tal vez se remonte a las primeras máquinas, que hacían algunas cosas que nosotros los humanos hacíamos, pero mucho más rápido y con asombrosa precisión. Como esas cosas que las máquinas hacían bien y rápido en algún momento se asociaron, o tal vez se asocian aún, a la inteligencia (hacer cuentas rapidamente, por ejemplo), temimos que en algún momento nos saquen la misma ventaja en otro montón de cosas asociadas a la inteligencia que todavía no hacían (y todavía no hacen o no hacen bien), y los humanos sí.
Vinge, en su paper de 1993, sostenía que la singularidad se daría entre 2005 y 2030. Y que esta, tomaría alguna de las siguientes formas:
- Computadoras que alcancen la conciencia y sean mucho más inteligentes que los seres humanos. Es decir, que su creciente capacidad de cálculo alcance la del cerebro humano, y a partir de ahí, pueda entenderse a sí misma y mejorarse.
- Redes de computadoras que alcancen la conciencia (sep, la Skynet deTerminator). Lo mismo que antes, pero en lugar de una sola computadora con muchos procesadores, algo así como un MPP.
- Interfaces humanas que integren humanos y máquinas: un 'coprocesador' para el cerebro humano. Algo que, de alguna manera se enchufe a tu cerebro y sea particularmente bueno para cosas que tu cerebro es lento: por ejemplo, para hacer cálculos rápidos. En realidad, algo se ha avanzado en este campo, como por ejemplo los implantes cocleares que ayudan a recuperar la capacidad auditiva. De todas maneras, estos implantes no han alcanzado aún ni por lejos una capacidad comparable a la del oido, en parte porque no sabemos muy bien como conectarlos.
- Algún mecanismo que, por medio de la manipulación biológica, pueda incrementar la inteligencia.. Esta es mi preferida, por lejos: asume que de alguna manera que no conocemos mejoraremos algo que no entendemos del todo. Para aplaudir.
Mantengo cierto escepticismo sobre las aseveraciones de Vinge. Para comenzar, no sabemos, y no define él, que cosa es la inteligencia y la concienca. Más aún, se ha argumentado por ahí, de una forma no facilmente refutable, que nuestro razonamiento va más allá de lo computable: no es que haya algo inmaterial, sino que nuestros sistemas formales no son lo suficientemente abarcativos para describir el funcionamiento de nuestro cerebro. Como decía, no es una invocación a lo religioso o espiritual, sino una propuesta de que existen mecanismos que nuestros sistemas formalizados no pueden describir.
Otro punto débil es la fe algo exagerada en la ley de Moore: nada dice que vaya a seguir indefinidamente, y es interesante ver que no hay especialistas en el cerebro entusiasmadísimos con la singularidad, la mayoría son matemáticos o gente de ciencias de la computación. Es probable que se deba a que los especialistas en el cerebro tengan una idea del tamaño de nuestra ignorancia en el asunto y no vean demasiadas razones para creer que estamos cerca de entender como funciona el cerebro.
De acuerdo a lo que sostienen los singularistas, las neuronas son como transistores, que absorben, procesan y reemiten pulsos eléctricos. Un detalle no menor es que un transistor se conecta a otros dos transistores y cada neurona se conecta a otras diez mil. Estos pulsos eléctricos, según los singularistas, servirían como la unidad de información tanto del cerebro, como de las computadoras. Como es que esos mecanismos se transforman en recuerdos, gustos, emociones, razonamientos nadie lo sabe, y no hay mayores elementos para suponer que se parezca a un algoritmo.
Es claro que el cerebro es una máquina, lo que es menos claro es que clase de máquina es.
Más aún, la codificación del cerebro, es decir, qué lleva de esos pulsos a nuestra conciencia es un campo de estudio abierto. En algún momento se descubrió que el cerebro usa un código de cantidad (se interpreta un concepto en virtud de cuantas neuronas estén activadas en un determinado momento). Luego se descubrió un código de temporalidad: no solo depende la cantidad, sino el órden de activación (el código de cantidad asigna a 101 y a 110 el mismo significado, pero el temporal no), y se sospecha que puede depender también del ritmo de activación: el tiempo que media entre la activación de las neuronas.
Se nota en Spectrum menciona que el código temporal nos acercaría al límite teórico de Shannon.
Esta mayor cantidad de posibilidades de representación hacen que las unidades de información que puede manejar el cerebro sean órdenes de magnitudes superiores a las que puede manejar una computadora, aún con cientos de microprocesadores. Aún cuando no sea cierto el argumento cualitativo (el que sostenía Penrose, que la conciencia no es algorítmica), el argumento cuantitativo es claro: no estamos cerca aún de siquiera saber cuantas unidades de información maneja nuestro cerebro.
Por último, es interesante ver que opinan luminarias sobre la singularidad.
A mí me parece que la singularidad no es una gran idea por sí misma, pero tiene la virtud de hacernos pensar en temas muy interesantes.
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