Wednesday, December 17, 2008

Oportunidades perdidas y mejoras inesperadas

Con frecuencia caigo presa de la sensación de oportunidad perdida. No es de extrañar, porque, en definitiva, haciendo retrospectiva y con el curso de los acontecimientos ya claros, la mejor estrategia siempre parecerá algo así como obvia. Y uno, que siempre cree que ha intuido correctamente el curso de los acontecimientos, se lamenta de no haber elegido la mejor estrategia.

La sensación de oportunidad perdida me asalta con frecuencia cuando me pongo a pensar en mi carrera universitaria. No es que no haya aprendido nada, pero no puedo evitar pensar que tanto tiempo y esfuerzo debieron haber dado más.


Esa sensación me asaltó de nuevo cuando por una de esas malsanas casualidades di, por segunda vez en mi vida, con un librito pobre que fue escrito con el objetivo de introducir la problemática de la ética profesional en el desarrollo de software (o al menos así me lo presentaron). El librito en cuestión cuenta la historia de un accidente provocado por un robot que, al mover equivocadamente su brazo mecánico, mató a su operador. Sí, lo tuve que leer para una materia de la que prefiero olvidarme dada por un profesor del que prefiero no recordar su nombre.


Es de lo peor que he leído (y eso que he leído cada porquería, solo por citar algunas). No le falta ninguno de los tópicos: el programador prima donna que porque es un desordenado toma apuntes a mano en un cuaderno (y no en un libro de actas de escribano o en unos bajorrelieves en la pared de la oficina, como parece ser la opción que le queda cómoda al autor, dado que la wiki en 1996 no era una opción), el físico que refunfuña y quiere enviar a la cárcel a un tipo porque confundió elementos de una fórmula (los ingenieros saben que los físicos son antisociales, refunfuñan, difícilmente se les entienda algo alguna vez y son intolerantes con todos los que no entienden su oscuridades). Por supuesto, como el físico es físico y es un cabrón (que es lo mismo) le explica al periodista el error de programación sin hacer el más mínimo esfuerzo por no usar palabras técnicas y hacer el asunto comprensible para alguien no técnico (de hecho, si el error que describe el personaje del físico en ese libro tiene sentido, yo no lo entiendo)
.

Por último, hace su entrada el gran profesor de ética que, a través de una maravillosa entrevista, nos viene a dar todas las respuestas. Este último personaje sería un sentido homenaje que el autor del libro se hace a sí mismo. El autor es un genio, y no lo creen pregúntenle a él.


Que llevó a mis profesores de entonces a maravillarse con ese libro cuando un análisis de un hecho real hubiese sido mucho más rico? No quiero ensañarme con ellos, pero , que tal el análisis del desastre del Challenger y del informe completo de la comisión Rogers, en particular del informe en minoría del que ya hablamos?. Recuerdo que leímos el libro con moderado interés, pero la sensación de que la historia era demasiado obvia y los 'plot devices' eran bastante gruesos, sumado al tamaño injustificado, hacían que la historia no terminara de despegar.


El análisis del desastre del Challenger, por otra parte, era un hecho real: aún si alguien tenía la sensación de que la historia era demasiado obvia y demasiado orientada para darle argumentos a una tesis final, la realidad era incontrovertible. Si hablamos de ética profesional, el informe en minoría era un excelente ejemplo de lo que realmente implica la ética profesional y la honestidad intelectual. No puedo evitar pensar que hubiese sido muy enriquecedor conocer en la universidad unos cuantos autores que hoy pienso imprescindibles.


Celebro, por eso, la idea de Juan Ramonet, quien fue mi profesor en las materias de investigación operativa, de agregar 'El placer de descubrir' (de Richard Feynman y que incluye el informe sobre el desastre del Challenger) a la lista de libros a leer durante la cursada de una de sus materias. Celebro, además, haber tenido un profesor como Juan (*): dado que los humanos tendemos a recordar lo bueno y olvidar lo malo, el haber tenido un profesor así hace que piense que mi carrera ha sido mejor de lo que en realidad fue.



(*) Cuando lo conocí, Juan repetía que "la mejor prueba de la decadencia de la universidad de buenos aires es que yo sea titular de cátedra, cuando estoy a lo sumo para jefe de trabajos prácticos. Y lo peor es que soy uno de los mejores profesores". Con la probable excepción de que no pienso que no esté calificado para estar donde está, estoy de acuerdo con la frase.

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