Thursday, December 4, 2008

Tengos unas cuantas cosas para hacer...

... pero me voy a tomar un rato para escribir este artículo. Escribo este artículo y luego, lo juro, sigo con el Gantt que tengo que hacer (*).

El asunto es que estaba posponiendo algunas obligaciones y en la búsqueda de buenos motivos para seguir posponiendo, di con un interesante artículo de Scientific American Mind (online acá) hablando sobre la tendencia a procrastinar.


Uno, que no cree en coincidencias jungianas, tiende a interpretar estas ‘casualidades’ como demostraciones de que en realidad la cosa no es tan rara y poco común: al fin y al cabo, si algo me ocurre no es que haya una fuerza misteriosa que lo guía sino que había una probabilidad razonablemente alta de que suceda. Según el artículo, el 20% de la gente procrastina (discúlpeseme el verbo) razonablemente seguido, lo que justifica unas cuantas páginas en Internet al respecto y un artículo en el Scientific American Mind.


Hay un motivo para procrastinar: evolucionamos en un ambiente donde la vida era bastante más impredecible que ahora (en el próximo minuto, muchas cosas podían matarte), donde la vida era mucho más corta y donde no tenía demasiado sentido pensar en el largo plazo. En ese ambiente, desarrollamos la tendencia a infravalorar las recompensas y las pérdidas cuanto más lejos estén en el tiempo (y no solo por el concepto de interés monetario) a favor de la satisfacción inmediata.


Como muchas de las cosas que hoy nos causan problemas (el artículo cita unos estudios que hablan de los problemas financieros, laborales y de pareja que sufren los americanos por culpa de esto), la procrastinación tiene, y particularmente tuvo, efectos benéficos. Quiero decir que es fácil dejar atrás algo que nunca sirvió y que no sirve. El problema viene cuando cosas que sirven o sirvieron por mucho tiempo se vuelven perniciosas.


Queda claro por qué la procrastinación sirvió y como ha evolucionado, no solo en los humanos, sino en nuestros primos monos. Cuenta el artículo que se ha sometido a monos a un estudio (lástima que en la edición online no estén las citas), que muestra la tendencia a procrastinar de nuestros primos cuando la recompensa se percibe como lejana en el tiempo.


Ahora, yo creo, como uno de los comentaristas del artículo, que a veces es una buena estrategia posponer decisiones y tareas: en caso contrario gastaríamos energías en cosas que, en perspectiva, no resultan ser tan apremiantes. Esto lo sabe cualquiera que haya trabajado en una empresa con la tendencia a adoptar problemas de moda: problemas que todo el mundo tiene en la boca un tiempo, que se asumen como la prioridad máxima a ser resuelta, se hacen millones de presentaciones mostrando lo terrible que es ese problema y el infierno que espera si no se resuelve pronto y de poco se va apagando el entusiasmo y el apuro, sin que la situación subyacente haya cambiado en lo más mínimo. Claramente, gastar energías en problemas así, dejándose llevar por los impulsos de la manada, no es eficiente.


El problema es que hay que decidir que cosas merecen nuestra energía y cuales no, y en el proceso podemos sobre expandir la tendencia a aplazar acciones y decisiones más allá de lo recomendable. Pienso que hoy nos amenaza más la procrastinación que el impulso descontrolado a resolver cuestiones que no valen la pena o el pensamiento obsesivo en el largo plazo. Como tantas otras intuiciones que tenemos del mundo, fueron moldeadas por la evolución durante millones de años en un entorno muy diferente al que nos construimos estos últimos cientos de años.


Acá, hay una serie de tips o consejos rápidos para tratar de manejar la tendencia a la procrastinación:

  • Simplemente empezá, porque el progreso en una tarea muchas veces motiva. Además, no te pierdas en dilaciones de planificación porque la experiencia indica que la mejor forma de obtener información sobre la tarea es comenzar a hacerla (alguien dijo metodologías ágiles?)
  • Si tenés enfrente una cuchara con moco y la tenés que tomar, hacelo rápido. No le sumes al displacer de tragarla el displacer de pensar que lo vas a tener que hacer.
  • No te engañes: no trabajás mejor bajo presión. No es cierto.
La procrastinación es, básicamente, una tendencia que tenemos impresa en nuestros genes: sobrevaloramos la ganancia en el corto plazo (el sentirnos bien por dejar de la lado la tarea desagradable) versus la pérdida en el largo plazo, que, como decíamos arriba, tendemos a infravalorar.

No se al resto, pero a mí me sirve la racionalización de conductas nocivas como forma de intentar controlarlas. Entender que sufro algunas tendencias no por imbécil, sino porque mi cerebro actúa de determinada forma, me sirve para intentar controlar esas tendencias: abandono la tarea de intentar no sentir lo que siento, que demanda mucha energía y tiene un resultado incierto, para intentar que lo que siento no me haga actuar de forma autodestructiva o perjudicial para mí mismo.


(*) Pocas tareas se me hacen más procrastinables que hacer Gantts. Le comentaba el otro día a L., me convertí a las metodologías ágiles cuando leí que Fowler decía que los Gantts no son la mejor herramienta para aplicar al desarrollo de software

4 comments:

AcP said...

"No te engañes: no trabajás mejor bajo presión. No es cierto."

Auch, eso me lo digo todo el tiempo.

Muy bueno el artículo, pero así y todo no estoy muy convencido. ¿Será que estoy más cerca de los monos?

Iba a dejar un comentario más pensado, mejor luego.

Improbable said...

Que es lo que decís siempre, que trabajás mejor bajo presión o que eso no es cierto?.

Lo que ocurre, me parece, es que a veces sin presión es difícil lograr el compromiso con la tarea que logramos cuando estamos presionados. Eso no implica, para nada, que bajo presión tomemos mejores decisiones, que diseñemos mejor o que nos volvamos más hábiles.

Con respecto a los monos, todos estamos muy cerca de los monos en todos los aspectos :-) : evolucionamos igual, en el mismo entorno, y con antepasados comunes, por lo que es lógico que nos pase lo mismo que a ellos.

El asunto es que nos contruimos un entorno diferente del entorno que moldeó nuestro cerebro, y controlar algunas tendencias que nos legó la evolución sería algo así como una ventaja

Gonzalo Joaquin Gomez said...

Hola! Es la primera vez que entro a tu blog, y la verdad quede fascinado con esto:
"Entender que sufro algunas tendencias no por imbécil, sino porque mi cerebro actúa de determinada forma, me sirve para intentar controlar esas tendencias: abandono la tarea de intentar no sentir lo que siento, que demanda mucha energía y tiene un resultado incierto, para intentar que lo que siento no me haga actuar de forma autodestructiva o perjudicial para mí mismo"

Es el mejor parrafo que he leido en mucho tiempo, y me siento totalmente identificado. Lo ciertoe s que nunca hubiera podido definirlo asi.
Un saludo y esperare mas articulos.

Improbable said...

Hola Gonzalo, gracias por tus palabras. De todas maneras, no puedo evitar pensar que si lo mejor que has leído en los últimos tiempos lo has leído en este blog, has tenido mala suerte con tus lecturas ;-)