Monday, September 22, 2008

Un apretón de manos

En el mercado de competencia perfecta los compradores tienden a aumentar las cantidades compradas de un producto conforme su precio baja y a bajarlas cuando sube, mientras que los vendedores se comportan en forma inversa: aumentan su oferta cuando el precio sube y la retraen cuando éste baja. Así el mercado va encontrando su punto de equilibrio, que es el precio donde los vendedores ofrecen la cantidad de bienes que los compradores demandan. Este mecanismo fue descrito por Adam Smith, quien habló de la increíble capacidad de autorregularse de los mercados, como si estuviesen guiados por una mano invisible.

Sostienen los economistas neoclásicos que el mercado es la forma más eficiente de asignar recursos y que los problemas que ocurren en el mercado se deben precisamente a los intentos gubernamentales de regularlos (y no a la ausencia de regulaciones). Yo encuentro la primera parte de la afirmación más fácil de sostener que la segunda, sobre todo con las noticias de estos días. Los neoclásicos levantan su dedo índice y apuntan al cielo invocando a dios como testigo y nos recuerdan que ellos hablan de los verdaderos escoceses, (sigo teniendo pendiente el post sobre falacias argumentales) pero no es este el tema que quiero abordar, así que volvamos al hilo.


La mejor crítica que se le puede hacer a la idea del mercado de competencia perfecta es que no existe la información perfecta, que los bienes y servicios sí son distinguibles unos y otros y que hay sesgos psicológicos que hacen que los humanos prefiramos algunas cosas sobre otras (sin perjuicio de que las grandes sumas de capital necesario para entrar a proveer determinados bienes o servicios hacen que haya pocos proveedores para muchos compradores). La divergencia entre el mercado real y el mercado de competencia perfecta es, en mi opinión, particularmente notable en el mercado de trabajo.


El mercado de trabajo es ese donde empresas y trabajadores confluimos. Según la idea del mercado de competencia perfecta, cuando la demanda de bienes y servicios baja, las empresas demandan menos trabajadores, lo que haría caer al precio del trabajo (salario), manteniendo el nivel de ocupación. Como eso no ocurre en la realidad y existe ese temita que la teoría clásica no explica muy bien llamado desempleo, la culpa, para nuestros simpáticos amigos amantes de los verdaderos escoceses es de los sindicatos y regulaciones que no dejan que el salario (nominal) caiga, y entonces cae el nivel de empleo.


El mercado de trabajo pudo haberse ajustado a un modelo de mercado regulado por la mano invisible unos cuantos años atrás, antes de la especialización y del enorme peso del conocimiento en la productividad de los empleados. Puedo encontrar muchas diferencias entre el modelo y la realidad, particularmente en aquellas actividades donde el talento (o al menos el conocimiento y la especialización) de las personas es un valor clave para la empresa (el software, por ejemplo).


El empleador invierte tiempo y dinero en el empleado. Lo forma en la manera de hacer las cosas que la empresa ha ido adoptando, apoya su crecimiento profesional, se beneficia de un trabajador cada vez más calificado. El empleado a su vez, también invierte mucho en la empresa (yo diría que más que la empresa en él, no puedo ser objetivo): invierte su renuncia a otras posibilidades de ganarse la vida, invierte tiempo valioso de su vida, invierte sus conocimientos adquiridos con mucho esfuerzo. La ruptura de la relación laboral perjudica a ambos, particularmente si la relación no es reciente (por supuesto, el empleado es la parte más débil y es lógico que esté protegido por la ley).


Así, es probable que la dirección de la empresa se resista hasta último momento a desprenderse de los talentos, de esas personas cuyo conocimiento y habilidad constituyen un activo importante. Como ejemplo, podemos pensar en aquella gran crisis que vivimos por estas pampas hace no mucho: las empresas perdieron más facturación (y margen) que nómina. Esto ocurre, en parte, porque en la empresa existe la expectativa de que las cosas se recuperen y, en tal caso, el conocimiento no va a ser facilmente reemplazable.


Hay más en la ecuación que diferencia al mercado de trabajo del modelo regulado por la mano invisible: la asimetría de la información. Si quiero ir a trabajar a otra empresa, ellos no conocen de la lista de logros que he conseguido en la empresa donde estoy actualmente: los puedo contar yo, pero entiendo no ser una fuente demasiado confiable y objetiva sobre mí mismo. Por eso, salvo casos excepcionales, no me van a poder pagar en función de mi experiencia para un puesto similar. Ahora, yo tampoco los conozco a ellos: no se si me adaptaré a su forma de hacer las cosas, no se si mi futuro jefe tendrá los mismos valores que yo. Ambos ignoramos cosas que el otro sabe. Y por eso, ambos queremos cubrirnos con un margen en la remuneración, solo que, obviamente, en sentido opuesto.


Arthur Okun
definió esto como un apretón de manos entre empresa y empleado (no encontré ningún artículo que describa rapidamente la tesis del libro).

Como decíamos antes, el apretón de manos, por su propia naturaleza, no deja a las empresas en una posición de absoluta ventaja. Un empleado que ha crecido en una empresa, del que sus superiores conocen sus fortalezas y debilidades, que ha formado su perfil profesional en esa empresa no puede ser reemplazado por el mismo costo. Si este se fuera, la empresa se vería en la obligación de elegir entre pagar más para cubrir la misma posición o pagar lo mismo pero afrontar la incertidumbre sobre el desempeño de quien viene a cubrir la vacante (por ejemplo, por una promoción interna).


Y aquí viene algo así como el reclamo sindical: muchas veces, los empleados recibimos como respuesta tácita o explícita de nuestros empleadores la frase "estás pagado acorde al mercado". Ahá. No me digas. Me estás queriendo decir que yo no conseguiría facilmente un salario superior al que gano por el trabajo que hago en otra empresa o que vos me reemplazarías al mismo costo?. Porque una cosa puede ser cierta, pero la otra no lo es.


Recordar que nuestra relación es un apretón de manos, tanto cuando uno está en posición de defender los intereses de la empresa, como cuando uno está defendiendo los suyos propios, podría contribuir a mejorar enormemente el nivel de satisfacción de los empleados con las empresas, y de las empresas con los empleados.


En el medio del diablo inventó el body shopping. Y sobre eso, no voy a repetir lo que tan bien dice don M. aquí sobre el hijo bastardo de la necesidad de dibujar ciertos indicadores para parecer más eficiente. Dije que no iba a decir nada. Y no pude cumplirlo.

4 comments:

Anonymous said...

No entendi mucho... como siempre, ja ja. En el momento en que se da ese apreton de manos acaso no estan incluidos las incertidumbres de ambas partes? dador de empleo y empleado? esa incertidumbre tambien forma parte del precio (en este caso, precio del trabajo). Desde siempre el precio tiene como componente ademas del valor objetivo y real (siempre que sea determinable) la expectativa/especulacion de ganancia (especulo cuanta demanda puede haber a futuro y con eso fijo el precio de hoy o me resigno a pagar el precio de hoy).
No veo que el caso del trabajo sea particular... como siempre, sara que no entendi.
Cristina (lindisimo este blog!!!!!)

Improbable said...

Hola Cris!.

Vamos a ver si estoy a la altura de contestar tus dudas:

"En el momento en que se da ese apreton de manos acaso no estan incluidos las incertidumbres de ambas partes"
El punto, como yo lo interpreto, es que el apretón de manos se vuelve más fuerte con el paso del tiempo: conforme pasa el tiempo y empleado y empleador afianzan su relación, más perjudicados se verían ambos si la relación se rompiera.



2. "esa incertidumbre tambien forma parte del precio (en este caso, precio del trabajo)"
Claro. Es por eso que el empleador no puede conseguir reemplazar al empleado que se va por el mismo precio (porque no lo conoce y quiere cubrirse) y el empleado no se iría de la empresa, si está cómodo, por el mismo salario (porque no conoce a su futuro empleador). Ambos para romper la relación exigen una diferencia de precio (en un sentido o en el otro) no menor.



3. "No veo que el caso del trabajo sea particular... "
No, no lo es. En realidad, Okun hablaba decía que cualquier relación comercial es un apretón de manos: cuesta dinero cambiar de proveedor, por ejemplo. Pero yo creo que ese fenómeno es particularmente fuerte en el mercado de trabajo porque hay mucho componente de conocimiento mutuo y especialización. En definitiva, sería la mismo en cualquier mercado donde el establecer relaciones de confianza entre comprador y vendedor mejore el resultado buscado.

Anonymous said...

a ver si entendi (bis):
entonces al haber este gran peso en la variable 'confianza mutua creada por el tiempo' entre dador de trabajo-trabajador especializado, no encaja en la teoria de mercado con libre competencia porque uno que quiere entrar al mercado, aunque sea talentosisimo e incluso mejor que el empleado en funciones, no sera tomado para el empleo porque no tiene el suficiente conocimiento personal-profesional con el empresario empleador? es en este punto donde la libre competencia por el trabajo no premia al mejor por el mejor precio?
y si, comprendo que esta variable psicologica(confianza mutua) se da en todo intercambio comercial y en toda determinacion de precio, pero que en el mercado del trabajo es muchisimo mas fuerte.
Cris, desasnandose :-))

Improbable said...

aunque sea talentosisimo e incluso mejor que el empleado en funciones, no sera tomado para el empleo porque no tiene el suficiente conocimiento personal-profesional con el empresario empleador?

Exacto. Y al revés. El talentosísimo tampoco conoce a su futuro empleador, y como probablemente esté ya empleado ( salvo circunstancias muy particulares hay una relación bastante clara entre especialización/conocimiento y empleabilidad ) quiera una compensación adicional para asumir el riesgo que significa un nuevo empleador.